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viernes, 4 de febrero de 2011

LAS INDOMABLES. FIGURAS DE LA ANOREXIA

SIMONE WEIL.

Dios mío, concédeme convertirme en nada.

Una imperiosa demanda de reconocimiento de un deseo, de un hambre de otra cosa, de una inscripción en el orden simbólico, imprescindible para diferenciar la naturaleza animal de la condición humana.

Al cuestionamiento permanente, repetido, intransigente y violento de las leyes, de las doctrinas establecidas y de los dogmas, responden como un reflejo la irritación, el rechazo, la intolerancia, la negación y la violencia de aquellos que, ante un discurso semejante, permanecen aún en la ignorancia.

Intratable, exigente, obstinada, contra viento y marea afirma incansablemente: "No poseemos nada del mundo (pues el azar puede quitarnos todo), salvo el poder de decir yo".

Una voz siempre a la búsqueda de un grado de perfección a superar día tras día.

Una desesperación sin fondo.

Luego de meses de tinieblas interiores, tuve de pronto y para siempre la certeza de que cualquier ser humano, incluso si sus facultades naturales son casi nulas, penetra en el reino de la verdad reservado al genio, siempre y cuando desee la verdad y perpetuamente haga un esfuerzo de atención para alcanzarla. Bajo el nombre de verdad, yo englobaba también a la belleza, a la virtud y a toda especie de bien. La certeza que había recibido era que cuando uno desea pan, no recibe piedras.

Sus grandes anteojos apuntan directamente hacia todas las cosas, a la manera del ingenuo de Voltaire.

La joven parecía llegada de otro mundo y que había elegido otro mundo.

Áspera, cortante, orgullosa aunque no susceptible, Simone sorprende por su intransigencia, su voluntad, su capacidad para entusiasmarse por las causas sociales y humanitarias.

Existo por que pienso, pienso por que quiero, y el querer es su propia razón de ser.

No podía vivir. Era demasiado culta y no comía.

El deseo es imposible: destruye su objeto. Los amantes no pueden ser uno ni Narciso dos. Dado que desear es imposible, hay que desear nada.

Esa pasión por la verdad, por su verdad, la guía en una búsqueda sin fin en los límites de la muerte.

El cuerpo incorpora lo que ama destruyéndolo.

No hay amor a la verdad sin un consentimiento total, sin reservas, de la muerte.

De ese todo, por medio del desapego, aliméntate.


Muere el 24 de agosto de 1943.

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